Un libro de oraciones, la voz del tiempo que canta, sin intervenir, sus salmos. Las mujeres y los hombres, a merced de los dioses de la naturaleza, cumplen, como mejor pueden, sus ceremonias. Y entre lo correoso y el hambre, habrá quien destile, en medio de estas vidas anónimas, el veneno purísimo de una biografía, posible apenas gracias a un puñado de hongos milagrosos y húmedos. María Sabina nace, crece lentamente, pare, muere, con la desconcertante fatalidad con que se suceden las cosas en la tierra del mito. Después fue un susurro tibio, un aleteo. Pero, en tanto viva, curará con sus manos. La primera parte de Niños santos recubre el micelio de la segunda y la tercera como un sombrero repleto de esporas fosforescentes: las cositas toman la palabra, la poeta parece cumplir, ilusoriamente, solo un rol mediúmnico. Poesía hecha de esos gestos esenciales que urden la vida de todos. Para que este horarium sea, con cada lectura, el destino de sus versos es arder.

 

Marisa Negri

Niños Santos - Marisa Negri

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Un libro de oraciones, la voz del tiempo que canta, sin intervenir, sus salmos. Las mujeres y los hombres, a merced de los dioses de la naturaleza, cumplen, como mejor pueden, sus ceremonias. Y entre lo correoso y el hambre, habrá quien destile, en medio de estas vidas anónimas, el veneno purísimo de una biografía, posible apenas gracias a un puñado de hongos milagrosos y húmedos. María Sabina nace, crece lentamente, pare, muere, con la desconcertante fatalidad con que se suceden las cosas en la tierra del mito. Después fue un susurro tibio, un aleteo. Pero, en tanto viva, curará con sus manos. La primera parte de Niños santos recubre el micelio de la segunda y la tercera como un sombrero repleto de esporas fosforescentes: las cositas toman la palabra, la poeta parece cumplir, ilusoriamente, solo un rol mediúmnico. Poesía hecha de esos gestos esenciales que urden la vida de todos. Para que este horarium sea, con cada lectura, el destino de sus versos es arder.

 

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