“Yo siempre prefiero la sombra, los vestidos un poco largos, el silencio, los cuadernos rayados, las lecturas infinitas (…) camino sin rumbo pero siempre termino en los mismos lugares”.

Caro, carola, carolita, se desplaza entre las páginas con tantas ganas como molestia. La memoria es un aparato denso y repetitivo que saca frases con punta de lápiz.

Es difícil escribir sobre lo que otros escriben porque ya están escribiendo de nosotros, con nosotros. Nos veo en estas páginas como quien se anima a escuchar el dolor, la infancia del mundo pequeño. Siento ternura por un padre que guarda estampitas de todos los santos en el bolsillo de su camisa. Ternura por la picadita de alfajores que hace una familia quebrada en el afán de recuperar el ánimo que dan el sentido, la reunión alredor de algo en común.

Creo que La fiebre viene de noche es un aullido cargado de aliento, de inocencia.

“Seré buena para besar?”, “Por qué observo con tristeza lo que no quiero?”, “Cómo olvidar lo que nunca existió?“, “llamar a papá por su nombre de pila es nuestro código secreto en situaciones extrañas”.

Me gusta el género de las crudas confesiones, estar cerca de los niños que lloran o piden caramelos porque quieren algo más. En este cuaderno que nos trae Eliana podemos recordar la emoción, el perfume y la frescura de una rebeldía profunda. Escrita con jazmines y humedad. Transpirada por el cuerpo de la experiencia que anuncia la vida.

Olivia Pranteda

La fiebre viene de noche - Eliana Ramponi

$25.000
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“Yo siempre prefiero la sombra, los vestidos un poco largos, el silencio, los cuadernos rayados, las lecturas infinitas (…) camino sin rumbo pero siempre termino en los mismos lugares”.

Caro, carola, carolita, se desplaza entre las páginas con tantas ganas como molestia. La memoria es un aparato denso y repetitivo que saca frases con punta de lápiz.

Es difícil escribir sobre lo que otros escriben porque ya están escribiendo de nosotros, con nosotros. Nos veo en estas páginas como quien se anima a escuchar el dolor, la infancia del mundo pequeño. Siento ternura por un padre que guarda estampitas de todos los santos en el bolsillo de su camisa. Ternura por la picadita de alfajores que hace una familia quebrada en el afán de recuperar el ánimo que dan el sentido, la reunión alredor de algo en común.

Creo que La fiebre viene de noche es un aullido cargado de aliento, de inocencia.

“Seré buena para besar?”, “Por qué observo con tristeza lo que no quiero?”, “Cómo olvidar lo que nunca existió?“, “llamar a papá por su nombre de pila es nuestro código secreto en situaciones extrañas”.

Me gusta el género de las crudas confesiones, estar cerca de los niños que lloran o piden caramelos porque quieren algo más. En este cuaderno que nos trae Eliana podemos recordar la emoción, el perfume y la frescura de una rebeldía profunda. Escrita con jazmines y humedad. Transpirada por el cuerpo de la experiencia que anuncia la vida.

Olivia Pranteda