Escribe Eduardo Abel Giménez sobre el libro: «Javier Velasco trae a sus amigos de la cuadra directo de la infancia. Vienen con los brillos y opacidades de la memoria: son héroes de entrecasa, nobles y traviesos, dueños de verdades que los adultos ni sospechan. Si en la casa los padres deciden, en la calle los chicos se mueven a gusto. A primera vista, “La barranca de la muerte…” parece un libro para descansar: el dibujo limpio, la narración transparente, promueven la ilusión de que la vida es fácil. El metalero motociclista tiene buen corazón. Entonces bajamos la guardia, y se multiplica el efecto de lo que no se resuelve: la mujer que cada día saca un banquito a la vereda para sentarse a llorar; el inmigrante que dice que las palomas sí saben volver; las familias incompletas; el padre que tiene encerrado a su hijo. Ahí también se mete el futuro de esos chicos, un par de veces nomás, con una contundencia fatal»

 

La barranca de la muerte y otras historias - Javier Velasco

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Escribe Eduardo Abel Giménez sobre el libro: «Javier Velasco trae a sus amigos de la cuadra directo de la infancia. Vienen con los brillos y opacidades de la memoria: son héroes de entrecasa, nobles y traviesos, dueños de verdades que los adultos ni sospechan. Si en la casa los padres deciden, en la calle los chicos se mueven a gusto. A primera vista, “La barranca de la muerte…” parece un libro para descansar: el dibujo limpio, la narración transparente, promueven la ilusión de que la vida es fácil. El metalero motociclista tiene buen corazón. Entonces bajamos la guardia, y se multiplica el efecto de lo que no se resuelve: la mujer que cada día saca un banquito a la vereda para sentarse a llorar; el inmigrante que dice que las palomas sí saben volver; las familias incompletas; el padre que tiene encerrado a su hijo. Ahí también se mete el futuro de esos chicos, un par de veces nomás, con una contundencia fatal»