Las relaciones de pareja atraviesan estos doce cuentos de Dani Umpi. Parejas de todo tipo: desde las que se mezclan con la lenta cotidianidad del universo familiar hasta las que filman videos porno para vender por internet. En ¿A quién quiero engañar? no existen los roles del tipo femenino/masculino o gay/hetero, existen las relaciones humanas, y cada una se acomoda a sus propios caprichos. Con un ritmo ágil y la presencia permanente del humor, se sale de estos cuentos como quien hubiera estado en una reunión de amigos y hubiera escuchado la historia que cada uno tiene para contar.

El acierto en la construcción de las diversas voces narrativas, libres de artificios grandilocuentes, y un afinadísimo oído para presentar con total naturalidad el registro oral, dotan al libro de una frescura que convierte su lectura en una fiesta, aunque en realidad no hay motivo de festejo, ya que las historias están enrarecidas, como si algo estuviera permanente e inevitablemente desencajado. Hay también un lugar para lo cursi y para la irrupción del desamor en este lúcido catálogo de las formas de la soledad

¿A quién quiero engañar? - Dani Umpi

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Las relaciones de pareja atraviesan estos doce cuentos de Dani Umpi. Parejas de todo tipo: desde las que se mezclan con la lenta cotidianidad del universo familiar hasta las que filman videos porno para vender por internet. En ¿A quién quiero engañar? no existen los roles del tipo femenino/masculino o gay/hetero, existen las relaciones humanas, y cada una se acomoda a sus propios caprichos. Con un ritmo ágil y la presencia permanente del humor, se sale de estos cuentos como quien hubiera estado en una reunión de amigos y hubiera escuchado la historia que cada uno tiene para contar.

El acierto en la construcción de las diversas voces narrativas, libres de artificios grandilocuentes, y un afinadísimo oído para presentar con total naturalidad el registro oral, dotan al libro de una frescura que convierte su lectura en una fiesta, aunque en realidad no hay motivo de festejo, ya que las historias están enrarecidas, como si algo estuviera permanente e inevitablemente desencajado. Hay también un lugar para lo cursi y para la irrupción del desamor en este lúcido catálogo de las formas de la soledad