Dividida en tres partes que a su vez se subdividen en escenas (escenas fundantes que marcan y estigmatizan a los personajes de una vez y para siempre y que determinan el devenir de cada cual), La mitad sombría aparece, en principio, como una colecticia de textos que, de modo inesperado y en el decurso de la novela, se tornan una unidad compacta y coherente, intransferible a otros términos que no sean los que ha escogido la autora; una trama en la que el concepto de “tesoro” se resignifica cuantas veces sea necesario y funge como hilo conductor.

La mitad sombría  es una novela coral en la cual se mixturan hasta indiferenciarse el tono coloquial y pedestre con un aliento poético y reflexivo sin que se advierta la menor disonancia entre ambos registros: “El disfraz que se había calzado la muchacha era, a fin de cuentas, su última verdad.”  O: “Lo que no da miedo, no es importante. Lo que no da miedo no es nada.” O: “Y otro tanto ocurre cuando nos encontramos viviendo la vida mientras nos cuestionamos si es de veras la nuestra, si eso que estamos haciendo es lo que queremos o es un puro aprendizaje que por fin, en un cierto impreciso momento, nos va a llevar a practicar la existencia con soltura, con fluidez, con naturalidad.” Difícil resulta sustraerse a la tentación de transcribir estas pocas líneas del libro en la medida en que la prosa de Company reconoce un atributo que toda prosa que se precie de tal debería tener: musicalidad poética. Característica infrecuente en el panorama actual de la narrativa argentina, donde parece predominar cierta e insanable sordera. El buen lector, pues, no puede dejar de agradecer la música de la presente novela.

Por otra parte y en ocasiones, el tono de Company recuerda el de los mejores policiales (esas joyas del género, por ejemplo, que se titulan El halcón maltés o Cosecha roja): un tono imperturbable que narra escenas escalofriantes con notable impavidez, lo cual, por cierto, no mengua el alcance del horror, sino que lo multiplica.

Company, como corresponde a la historia que ha decidido contar, en los mejores momentos de la novela (que no son, precisamente, escasos) parece escribir en los bordes de la escritura, donde el núcleo inefable del lenguaje y lo decible confluyen y se fagocitan. Puesto que, como señala Freud y refirma Company, ¿qué es la mitad sombría?: aquello de lo que el sujeto está constituido pero de lo cual nada quiere saber.

 223 páginas

20 x 13 cm

Rústica

 

La mitad sombría- Flavia Company

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Dividida en tres partes que a su vez se subdividen en escenas (escenas fundantes que marcan y estigmatizan a los personajes de una vez y para siempre y que determinan el devenir de cada cual), La mitad sombría aparece, en principio, como una colecticia de textos que, de modo inesperado y en el decurso de la novela, se tornan una unidad compacta y coherente, intransferible a otros términos que no sean los que ha escogido la autora; una trama en la que el concepto de “tesoro” se resignifica cuantas veces sea necesario y funge como hilo conductor.

La mitad sombría  es una novela coral en la cual se mixturan hasta indiferenciarse el tono coloquial y pedestre con un aliento poético y reflexivo sin que se advierta la menor disonancia entre ambos registros: “El disfraz que se había calzado la muchacha era, a fin de cuentas, su última verdad.”  O: “Lo que no da miedo, no es importante. Lo que no da miedo no es nada.” O: “Y otro tanto ocurre cuando nos encontramos viviendo la vida mientras nos cuestionamos si es de veras la nuestra, si eso que estamos haciendo es lo que queremos o es un puro aprendizaje que por fin, en un cierto impreciso momento, nos va a llevar a practicar la existencia con soltura, con fluidez, con naturalidad.” Difícil resulta sustraerse a la tentación de transcribir estas pocas líneas del libro en la medida en que la prosa de Company reconoce un atributo que toda prosa que se precie de tal debería tener: musicalidad poética. Característica infrecuente en el panorama actual de la narrativa argentina, donde parece predominar cierta e insanable sordera. El buen lector, pues, no puede dejar de agradecer la música de la presente novela.

Por otra parte y en ocasiones, el tono de Company recuerda el de los mejores policiales (esas joyas del género, por ejemplo, que se titulan El halcón maltés o Cosecha roja): un tono imperturbable que narra escenas escalofriantes con notable impavidez, lo cual, por cierto, no mengua el alcance del horror, sino que lo multiplica.

Company, como corresponde a la historia que ha decidido contar, en los mejores momentos de la novela (que no son, precisamente, escasos) parece escribir en los bordes de la escritura, donde el núcleo inefable del lenguaje y lo decible confluyen y se fagocitan. Puesto que, como señala Freud y refirma Company, ¿qué es la mitad sombría?: aquello de lo que el sujeto está constituido pero de lo cual nada quiere saber.

 223 páginas

20 x 13 cm

Rústica