Los muertos nos esperan sentados, acunan bebés, comandan travesuras. Son los protagonistas de sueños, componen recuerdos, son reliquias que se repiten no solo en los poemas sinó también en las reuniones, la calle, la lengua. Para cuando la autora nombra la tristeza, la pena, el vuelco sobre el fondo del dolor, por lo general hacia lo último de algún poema, nosotros ya hemos sido ganados por los idos, por su presencia. Cada una de las piezas nos vuelve médiums con frescura, sin solemnidad, es decir, sin tristeza.

 

Dentro del espacio doméstico de cada página, los idos arman familias. Aún tienen hijos, amigos, anécdotas. Todo lo que hicieron parece ahora irreal, y nos preguntamos cuánto pasó en verdad de aquello, cuánta metáfora hay, cómo se preparó ésta pócima. Como nos pasa con todos los recuerdos, la vida tiene ahora otra textura y nos muestra que ella misma no era siempre de este mundo.

 

Las familias extendidas que arman los idos junto a nosotros nos obligan a replantearnos cómo se hace cada cosa. Los bebés hablan con quienes nosotros no podemos, los papás nutren el poema, y las mamás proveen la ropa y el alimento. Todo desplazado por los toques mágicos de la muerte, pero también de esa otra parte a la que este libro trata con dulzura, las despedidas, que pueden durar, tranquilamente, una vida. Cuántos días seremos frágiles, cuántos días seremos felices, "cuántos días habrá gente / que se parte la camisa / y muestra el alma / de papel glacé / plegado en cuatro".

El camión - Marisa Do Brito Barrote

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Los muertos nos esperan sentados, acunan bebés, comandan travesuras. Son los protagonistas de sueños, componen recuerdos, son reliquias que se repiten no solo en los poemas sinó también en las reuniones, la calle, la lengua. Para cuando la autora nombra la tristeza, la pena, el vuelco sobre el fondo del dolor, por lo general hacia lo último de algún poema, nosotros ya hemos sido ganados por los idos, por su presencia. Cada una de las piezas nos vuelve médiums con frescura, sin solemnidad, es decir, sin tristeza.

 

Dentro del espacio doméstico de cada página, los idos arman familias. Aún tienen hijos, amigos, anécdotas. Todo lo que hicieron parece ahora irreal, y nos preguntamos cuánto pasó en verdad de aquello, cuánta metáfora hay, cómo se preparó ésta pócima. Como nos pasa con todos los recuerdos, la vida tiene ahora otra textura y nos muestra que ella misma no era siempre de este mundo.

 

Las familias extendidas que arman los idos junto a nosotros nos obligan a replantearnos cómo se hace cada cosa. Los bebés hablan con quienes nosotros no podemos, los papás nutren el poema, y las mamás proveen la ropa y el alimento. Todo desplazado por los toques mágicos de la muerte, pero también de esa otra parte a la que este libro trata con dulzura, las despedidas, que pueden durar, tranquilamente, una vida. Cuántos días seremos frágiles, cuántos días seremos felices, "cuántos días habrá gente / que se parte la camisa / y muestra el alma / de papel glacé / plegado en cuatro".