Sin duda, fue amor a primera vista. Este libro me ha robado el corazón por varias razones, pero sobre todo porque destila sensibilidad por todos lados. “Los carpinchos” de Alfredo Soderguit, publicado por Ekaré, es un álbum ilustrado con todas las letras que exige de un lector activo que no se contente con la primera lectura sino que vaya y venga por sus imágenes y sus palabras como un viajero que nunca logra saciar su sed.

La acción transcurre en un granja donde viven plácidamente un grupo de gallinas y sus polluelos; una vida monótona y previsible, pero tranquila.
La llegada de un grupo de carpinchos que huye de los cazadores altera el orden de la comunidad porque los nuevos vecinos son diferentes. Las gallinas no están dispuestas a cambiar su estilo de vida y les exigen aceptar ciertas reglas, entre ellas, “no cuestionar las reglas”.

Pero, como siempre, los más pequeños llegan para darnos lecciones de vida y en este caso les muestran que en la diferencia está la riqueza y que, cuando uno conoce al extranjero se da cuenta de que no era tan peligroso como creía.

El texto escrito, narrado en tercera persona, es breve y muy preciso: nada sobra ni nada falta porque las imágenes dicen todo lo demás. Ilustraciones a lápiz, en tonos grises y marrones donde destaca el rojo que corona las crestas de las gallinas, las gorras de los cazadores y el tejado de la granja.

Especialmente maravillosas y dulces las páginas centrales, sin más texto que una onomatopeya, donde se encuentran el pollito y el pequeño carpincho y se hacen amigos quebrando la aparente “normalidad”.

Uno no puede evitar leerlo y pensar en todos los desplazados que huyen de guerras, violencia y desgracias naturales, y que no siempre encuentran cobijo porque el mundo está lleno de gallinas temerosas.
Ojalá el final sorpresivo de este libro se imponga en el orden mundial y juntos podamos convivir y enriquecernos.
Felicidades, Alfredo Soderguit, y por muchos más.

Los carpinchos - Rústica lo

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Sin duda, fue amor a primera vista. Este libro me ha robado el corazón por varias razones, pero sobre todo porque destila sensibilidad por todos lados. “Los carpinchos” de Alfredo Soderguit, publicado por Ekaré, es un álbum ilustrado con todas las letras que exige de un lector activo que no se contente con la primera lectura sino que vaya y venga por sus imágenes y sus palabras como un viajero que nunca logra saciar su sed.

La acción transcurre en un granja donde viven plácidamente un grupo de gallinas y sus polluelos; una vida monótona y previsible, pero tranquila.
La llegada de un grupo de carpinchos que huye de los cazadores altera el orden de la comunidad porque los nuevos vecinos son diferentes. Las gallinas no están dispuestas a cambiar su estilo de vida y les exigen aceptar ciertas reglas, entre ellas, “no cuestionar las reglas”.

Pero, como siempre, los más pequeños llegan para darnos lecciones de vida y en este caso les muestran que en la diferencia está la riqueza y que, cuando uno conoce al extranjero se da cuenta de que no era tan peligroso como creía.

El texto escrito, narrado en tercera persona, es breve y muy preciso: nada sobra ni nada falta porque las imágenes dicen todo lo demás. Ilustraciones a lápiz, en tonos grises y marrones donde destaca el rojo que corona las crestas de las gallinas, las gorras de los cazadores y el tejado de la granja.

Especialmente maravillosas y dulces las páginas centrales, sin más texto que una onomatopeya, donde se encuentran el pollito y el pequeño carpincho y se hacen amigos quebrando la aparente “normalidad”.

Uno no puede evitar leerlo y pensar en todos los desplazados que huyen de guerras, violencia y desgracias naturales, y que no siempre encuentran cobijo porque el mundo está lleno de gallinas temerosas.
Ojalá el final sorpresivo de este libro se imponga en el orden mundial y juntos podamos convivir y enriquecernos.
Felicidades, Alfredo Soderguit, y por muchos más.